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Zapatero atrapado entre Solbes y Stiglitz

No es que Stiglitz sea santo de mi devoción porque me cuesta entender que alguien que ha sido director del Banco Mundial -una de las instituciones desde la que se ha extendido, a base de chantaje financiero, el neoliberalismo y todo lo que éste ha supuesto en términos de sufrimiento humano-, de repente, al abandonar el cargo, se ponga a despotricar en contra de lo que había venido aplicando. Ya se podía haber dado cuenta antes, digo yo.

Pero dicho esto, no dejo de reconocer que, desde entonces, su tarea de denuncia de la globalización y sus efectos no puede ser desestimada, tanto más desde que quien la realiza es, además, un Premio Nobel, con la repercusión mediática que ello tiene.

A lo que iba. Stiglitz, que ahora integra el comité de sabios que asesora a Zapatero en materia económica, acaba de pasar por España y hacer unas declaraciones que no sé muy bien cómo encajarán Solbes y el propio Zapatero. Haciéndose los sordos, imagino.

Dice Stiglitz, y en esto tiene más razón que un santo, que una bajada de impuestos en España sería “una equivocación”. Y, para apoyarlo, continúa diciendo que “los problemas de Estados Unidos empezaron con las reducciones fiscales”.

Con respecto a la segunda afirmación no estoy tan seguro de que en el origen de los problemas de Estados Unidos se encuentren, tan sólo, las reducciones fiscales. Me parece que hay otros argumentos más importantes y que Stiglitz los conoce mejor que yo, aunque para lo que quería defender, con ése le bastara.

En lo que sí coincido plenamente con él es en que las bajadas de impuestos, cuando no la supresión directa de algunos de ellos, en España son una absoluta equivocación.

Y es que las rebajas en el impuesto sobre la renta y en el de sociedades –en las que las promesas electorales de PSOE y PP tanto se parecen en esa carrera absurda por ver quién ofrece una propuesta que haga más daño a las arcas públicas- o la anunciada eliminación del impuesto sobre el patrimonio realizada por este gobierno son errores de bulto que nos alejan, más que acercarnos, de los estándares de bienestar europeos.

¿O es que alguien puede pensar que bajando los impuestos vamos a salvar la diferencia de siete puntos en gastos sociales que nos separa, según los últimos datos de Eurostat, de la media de la Unión Europea a 25? Y es que, mientras que en España el gasto social supone el 20% del PIB –esto es, lo mismo que Polonia y menos que Eslovenia (24,3%) y Hungría (20,7%) - la media europea alcanza el 27,3%.

¿Creerá Zapatero que con continuas rebajas del impuesto sobre la renta vamos a llegar alguna vez a destinar casi un 33% del PIB a gastos sociales, como hace Suecia? ¿O a más de un 31% como hace Francia? ¿O a casi el 30% como Alemania, Bélgica o Austria?

Pues debe creerlo porque, de la mano de Solbes, ha puesto todo su empeño en ello. Y no sólo reduce los impuestos sino que, además, se dedica con fruición a que el sector público ahorre y no gaste. Así, no ha dudado recientemente en vanagloriarse de que el superávit público en 2007 superará el 2% del PIB.

Alguien, quizás Stiglitz en vez de Solbes, debería explicarle que reducir los impuestos para fomentar el consumo y, con ello, el crecimiento económico no redunda en una mejora en la distribución de la renta. Es más, la perjudica si los impuestos directos son sustituidos, como viene siendo la tendencia, por impuestos indirectos. Y que, por lo tanto, o se redistribuye más y mejor por la vía de la canalización de una mayor parte de la renta total por parte del Estado o éste ve como su margen de maniobra para aplicar políticas públicas va menguando progresivamente. 

Stiglitz parece que ya se lo ha dicho. Ahora, a ver el caso que le hacen.

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Alberto Montero