La otra economía » Amanecer en La Paz

Amanecer en La Paz

Esta mañana he amanecido en La Paz. Después de 28 horas de viaje -que se dicen pronto- llegaba a El Alto a las seis de la mañana y veía amanecer sobre esta ciudad desparramada, con el Illimani aún en sombras.

Con el amanecer aparecían al borde del camino las caseritas esperando al transporte, todas ellas con bombonas de gas a sus pies dispuestas para dirigirse a sus puestos en el que pasarán el día, cocinando y vendiendo raciones de comida a los transeúntes. A la hora del almuerzo la gente se arremolina en torno a estos puestos en los que se venden sopas de una consistencia que permiten que la cuchara se mantenga en pie, aromáticas, cargadas de pollo y verduras, que alimentan con solo olerlas, o guisos de apariencia menos apetitosa pero igualmente aromáticos y demandados.

Lo cierto es que nunca había pensado en cómo estas mujeres, porque son todas mujeres, hacían para cocinar y ganarse la vida cada día. Pensaba, ingenuo de mí, que cerraban su puesto por la noche, empaquetaban como buenamente podían sus humildes cacharros de cocina y los guardaban en algún lugar cercano a su puesto. Y no es así. Cada día, todos y cada uno de los días de su vida, estas mujeres bajan con su bombona de gas y sus aperos a cuesta desde las laderas de La Paz o de El Alto hasta sus puestos de venta de comida y cada noche retornan con sus bombonas vacías y algunas monedas en sus bolsillos, las justas para poder seguir tirando.

Todo eso descubría en el amanecer de La Paz mientras descendía en taxi hacia Sopocachi soñando con una cama en la que desparramarme yo también. Por delante quedan un mes de intenso trabajo y las sensaciones que me transmite esta ciudad que, en mi caso, hacen honor a su nombre. Estoy contento.

2 comentarios a “Amanecer en La Paz”

  1. Grandes momentos de felicidad tuve la oportunidad de vivir en esa increíble ciudad, que como buen dice señor Montero me dio La Paz necesaria para seguir y me devolvió la fe en el ser humano.
    Al salir de allí volví a retomar una triste realidad palpable día a día y por desgracia dolorosa.
    La mirada de esas personas transmiten serenidad.
    Es increíble su gratitud….en estos momentos le envidio.
    Esas mujeres de las que habla tienen una historia personal, todas y cada una de ellas. Son dignas de mi admiración y respeto y le invito a que se acerque y comparta una buena charla; seguro que le aportan sensaciones dignas de guardar en su memoria y en su corazón.
    Le deseo Paz….

  2. Que envidia y a la vez que suerte por qué haya personas como usted que comparta esas sensaciones. Gracias

Área de discusión - Envía un comentario




Alberto Montero