Así entiende la democracia el Parlamento Europeo
Se ve que los europeos somos tontos y no sabemos lo que nos conviene o nuestros representantes europeos unos espabilados de mucho cuidado.
Después de la crisis institucional provocada por franceses y holandeses tras su rechazo a la Constitución Europea –en España la aprobamos vergonzosamente gracias a nuestro complejo de inferioridad que nos hace creer que todo lo que viene de Europa tiene que ser bueno por naturaleza-, nuestros políticos europeos buscaron una nueva vía para tratar de aprobarla por lo bajini.
Y así se sacaron de la manga el llamado Tratado de Lisboa, que no es lo mismo pero es igual, y fueron a Lisboa –de ahí el nombre del Tratado- y, entre vinho verde y fados, lo aprobaron con nocturnidad y alevosía al estilo Juan Palomo, yo me lo guiso yo me lo como.
Ahora el Parlamento Europeo ha aprobado un dictamen favorable al mismo y hasta sus defensores –que podían ser un poco menos descarados- reconocen que lo esencial de la Constitución Europea se encuentra en el referido Tratado. Lo que decía: que no es lo mismo pero es igual.
Pero, claro, esta vez no van a dejar que los ciudadanos europeos se pronuncien (y mucho menos esos díscolos que tienen o mantienen un mínimo de conciencia política) y, salvo el caso de Irlanda, serán los parlamentos nacionales quienes procedan a su ratificación. Ya se sabe que entre pocos se llega antes a componendas y consensos que entre muchos.
Eso sí, mañana irá alguna delegación de europarlamentarios a cualquier país del mundo a explicarles cómo funciona la democracia y lo cojonudo que resulta engañar al pueblo haciéndoles creer que viven en una porque van a votar una vez cada cuatro o cinco años. ¡Tiene bemoles la cosa!
A menudo se contrapone la comisión europea (un grupo de oligarcas y esbirros de todo pelaje), al parlamento europeo (que todos elegimos, aunque me temo que no controlamos en absoluto).
Mancur Olson ya dejó establecida la paradoja de la democracia: los grupos pequeños (ejemplo, los oligarcas), defienden sus intereses con mucho mayor convencimiento que los grupos grandes (ejemplo extremo: los partidarios del medio ambiente).
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[…] Alberto Montero […]
[…] están quienes piensan que una cosa tan relevante como una Constitución –que es, en definitiva y como ya escribí en su momento, lo que es el Tratado de Lisboa- no puede ser sometida al libre albedrío de los ciudadanos que se […]
[…] están quienes piensan que una cosa tan relevante como una Constitución -que es, en definitiva y como ya escribí en su momento, lo que es el Tratado de Lisboa- no puede ser sometida al libre albedrío de los ciudadanos que se […]