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Fondos europeos: un maná en declive

Este artículo sobre los menguantes fondos europeos podéis encontrarlo en el número de Diagonal de esta quincena.

La última reforma de los fondos estructurales de la Unión Europa, cuya vigencia se alargará a lo largo del periodo 2007-2013, marcó una línea muy definida en cuanto al reducido esfuerzo presupuestario que los países miembros están dispuestos a realizar para tratar de aumentar el grado de convergencia entre las muy divergentes economías que actualmente la integran.

De entrada, los cuatro fondos estructurales previamente existentes, y a los que había que añadir el Fondo de Cohesión, se ven reducidos a tres: el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER), el Fondo Social Europeo (FSE) y el Fondo de Cohesión que, con la nueva reforma, pasa a ser también estructural.

Pero, lo más significativo de la reforma no ha sido la reestructuración de los fondos ni la ampliación de los objetivos a los que se destinarán sus recursos. Lo más relevante ha sido la reducción del presupuesto de la Unión Europea para el próximo periodo 2007-2013.

Así, si en el periodo 200-2006 el presupuesto comunitario suponía el 1,24% del PIB agregado, en el nuevo periodo será tan sólo del 1,04%, con el agravante de que las disparidades económicas y sociales entre países y regiones dentro de la Unión Europea se han incrementado de una forma brutal tras las últimas ampliaciones. Sirva como referencia que mientras la población de los nuevos países supone el 20% del total comunitario, su PIB es tan sólo del 5%.

La repercusión de ambos fenómenos –ampliación de la Unión con una serie de países que se encuentran muy por debajo de la media comunitaria en PIB per cápita y reducción del presupuesto comunitario- no va a ser menor para España y ya ha comenzado a tener consecuencias.

Y es que si hay algo que nadie puede cuestionar es la importancia que han tenido los recursos que España ha recibido de la Unión Europea bajo la forma de Fondos Estructurales y los Fondos de Cohesión desde su ingreso en la misma en 1986.

Desde su adhesión a la Unión Europea, el saldo neto de recursos recibidos ha sido superior a 93 mil millones de euros. Esos fondos han supuesto, como media anual y en términos netos, un 0,8% del PIB o, lo que es igual, alrededor de 5.275 euro por habitante a lo largo del periodo, esto es, unos 260 euros por habitante y año lo que ha contribuido de forma decisiva a que el diferencial de renta per cápita español con respecto a la media comunitaria se haya reducido en casi 20 puntos en esos años. Todo ello habría repercutido, según diversos estudios, en que los fondos europeos habrían aportado en torno a un 0,4% a la tasa de crecimiento de la economía española

Pues bien, ese maná va a dejar de caer con esa intensidad en el periodo 2007-2013. Si bien España no dejará de ser perceptora neta, los ingresos que le corresponderán serán de unos 31 mil millones de euros para todo el periodo, es decir, en torno al 50% de lo que recibió en el periodo anterior; un recorte que tiene una desigual incidencia a nivel regional por cuanto afectará más, como es lógico, a aquellas regiones cuya renta per cápita ha ido convergiendo más con la media europea. En términos netos, esto se traduce en que en 2013 España habrá recibido en torno a 5 ó 6 mil millones de euros y, a partir de ahí, lo siguiente será que pase a convertirse en contribuidora neta.

Bien es cierto que la negociación del presupuesto para el periodo podía haber sido mucho peor para los intereses españoles puesto que, por ejemplo, no se dejan de percibir los Fondos de Cohesión que están reservados para aquellos Estados cuyo nivel de renta per cápita se encuentra por debajo del 90% de la media comunitaria.

Pero, en cualquier caso, lo preocupante es que, a pesar de que en términos de renta per cápita se ha producido una acelerada convergencia con Europa -acentuada por el efecto estadístico tras la ampliación que, de golpe, ha aumentado casi diez puntos nuestra renta en relación con la media europea-, los déficit reales y sociales de la economía española hubieran seguido requiriendo de una inyección continuada de recursos. Recursos que, como el maná, cada vez serán más escasos.

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Alberto Montero