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¡Seguid el rastro del dinero!

Con todo el revuelo de la operación contra el blanqueo de capitales en Liechtenstein hay algunos gremios que han comenzado a ponerse nerviosos en nuestro país ante el temor a que a alguien se le ocurra meter mano a la cuestión también por aquí.

Eso parece que está ocurriéndole a los abogados, recientemente incluidos por el Banco de España en la lista de sujetos obligados a declarar cualquier actividad de sus clientes susceptible de estar relacionada con el blanqueo de capitales a pesar de que, como el propio Banco señala, apenas están cooperando hasta el momento.

De todos es sabido que ni el temor ni los nervios son buenos compañeros y conducen en ocasiones a decir lo que se piensa sin pensar lo que se está diciendo.

No puede ser otra la lectura que se haga de estas declaraciones de un socio, sin identificar, de uno de los grandes despachos de abogados a los que el Banco de España está requiriéndoles información: “Hay que tener en cuenta que muchos despachos se han especializado en el diseño de productos opacos al fisco, en estrategias de concepción y diseño de sociedades. Es toda una línea de negocio que se puede hundir, porque toda aquella operación que supere los 120.000 euros puede ser objeto de una actividad de blanqueo según la normativa y el responsable sería el abogado”.

Se podía haber dicho más alto pero no más claro. Lo que este abogado critica es que cómo se le ocurre al Banco de España investigar un negocio que consiste en poner al servicio de quienes poseen dinero negro todo su conocimiento y falta de prejuicios para que puedan blanquearlo sin que lo detecten. 

No es que yo sepa mucho de Derecho, pero eso creo que se llama “cooperador necesario”, está penado por la Ley y no cabe invocar el derecho a la intimidad ni el secreto de la relación entre profesional y cliente para protegerlo, como hacen vergonzosamente algunos abogados de Marbella.

Por no hablar del lugar por donde se pasan el código deontológico algunos miembros de tan ilustre profesión. Aunque, con los tiempos que corren, a quién le importa la ética habiendo dinero de por medio.

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Alberto Montero