El “caso Taguas” y la mujer del César

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Cuenta Plutarco en sus “Vidas paralelas” que un patricio romano, Publio Clodio Pulcro, se enamoró de Pompeya, mujer de Julio César. Era tal su enamoramiento que se disfrazó de mujer para poder entrar a la casa de Julio César y visitarla, pero fue descubierto y juzgado, aunque logró escapar a la condena sobornando al jurado.

Por su parte, y seguro de la fidelidad de Pompeya, Julio César le recriminó a ésta que no bastaba con que la mujer del César fuera honesta, también tenía que parecerlo.

Lo anterior viene al caso al hilo del reciente fichaje de David Taguas, quien fue hasta finales de la anterior legislatura director de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, como presidente de SEOPAN, la asociación a la que pertenecen las 33 principales empresas constructoras españolas.

Con los tiempos que corren no sé por qué dice Zapatero que se siente “desagradablemente sorprendido” por la noticia. Vivimos una época de tránsitos continuos entre el mundo de la política y el de los altos negocios; entre las sedes parlamentarias y gubernamentales y los consejos de administración de las grandes multinacionales. Y lo que parecía que era patrimonio conductual de la derecha deja de serlo en cuanto que los partidos que se proclaman de izquierdas dejan de serlo –de izquierdas, quiero decir, porque partidos siguen siendo- y pierden en el camino hasta la estética con la que tratan de disimular su falta de ética.

Los estadounidenses lo tienen mucho más claro en esta materia y no tienen pudor en ponerle etiqueta a este tipo de comportamiento y hablan, así, de la revolving door policy o “política de la puerta giratoria”.

De hecho, esas prácticas de secuestro del Estado, por la vía de la contratación a los servidores públicos, para ponerlo al servicio de los intereses de las grandes corporaciones se encontraban en la base de la construcción del consenso social que fue necesario para implementar el neoliberalismo en tiempos de Reagan en aquel país (os recomiendo, en ese sentido, la lectura del magnífico libro de David Harvey, “Breve historia del neoliberalismo”).

Bush Jr. y los negocios en Irak de sus amiguetes en el gobierno constituyen la prueba más evidente de que los tiempos han cambiado poco en ese sentido por aquellas tierras y el caso de Taguas no viene sino a confirmar que tiempos parecidos corren también en nuestro país.

Así, en España, todos estábamos tan deseosos de perder de vista a Zaplana de la escena política que nadie se preguntó cómo podía Telefónica contratar a un gestor de tan amplia experiencia en organizar pufos, como fue el de Terra Mítica, al módico sueldo de 600 mil euros al año. Igual todavía se debían algunos favores de cuando el ínclito ex presidente Aznar procedió a la privatización de la empresa nacional de telefonía y colocó en la presidencia a uno de sus amigos del patio del colegio, Juan Villalonga.

Por eso, entre otras cosas, da risa escuchar a Mariano Rajoy pidiendo que Zapatero explique el fichaje de Taguas por SEOPAN. ¿Por qué no explica él el del ex ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, por Telefónica? A mí me gustaría saber cuál es el valor añadido que tan hábil gestor va a aportar a la compañía para merecer tan alto salario.

En lugar de ello, tanto Zapatero el sorprendido como Rajoy el indignado deberían estar planteando una reforma de la Ley de Incompatibilidades de Altos Cargos para que, en el futuro, estos atentados a la estética no vuelvan a ocurrir. Y es que pedir a estas alturas que este tipo de cuestiones se resuelvan en el terreno de la ética y se obre en consecuencia es como pedirle peras a los olmos, una pérdida de tiempo.

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Alberto Montero