Para muchas personas esta Navidad quedará en su biografía como aquella en la que intentaron reunirse con sus familiares después de muchos esfuerzos para ahorrar dinero para un pasaje de avión y un empresario cínico se lo impidió.
Debería ser también la Navidad en la que al resto de empresarios de este país se les cayera la cara de vergüenza al mantener a ese cínico como el máximo representante de la Confederación de Empresarios. Pero parece que no será el caso.
Evidentemente, lo primero es humanamente mucho más grave que lo segundo. Aquéllo supone tragedias personales dolorosas y concretas; esto, sin embargo, se limita al terreno de lo simbólico: ofrece un retrato del tipo de empresario que tenemos en este país y que se entiende perfectamente reflejado y representado en Díaz Ferrán.
Y no es que no crea que puedan sentirse representados por un empresario en quiebra. No, no es eso. Lo que me indigna es que lo mantengan sabiendo que debe 2,5 millones de euros a sus empleados y 16 millones de euros a la Seguridad Social y, aún así, lo consideren legitimado para representarlos en el diálogo social y sentarse frente a los representantes de una clase trabajadora que, evidentemente, no goza de tanta benevolencia por parte de sus acreedores cuando se trata de atender al cumplimiento de sus deudas.
Lo que me indigna es que haya sido un tribunal de Londres el que obligara a la compañía de su propiedad a dejar de vender billetes por no haber pagado el leasing de los aviones con los que opera y no haya sido un tribunal español el que le haya dado cerrojazo por sus deudas con la Seguridad Social y con sus empleados.
Lo que me cabrea es que culpe a la crisis económica de la quiebra cuando la empresa lleva presentando pérdidas desde el año 2006 (32,6 millones de euros) como si nada pudiera imputársele a su gestión.
Pero lo que ya me parece una inmoralidad de tal calibre que debiera inhabilitarle ante sus pares para ocupar cualquier puesto que los representara es la siguiente declaración: “ante la situación vivida por esta compañía, que en estos tiempos estaba sufriendo huelgas, yo mismo no la hubiera elegido para volar“.
Es decir, el cínico de Díaz Ferrán está planteando que el problema de la compañía eran las huelgas de sus empleados y puede que le parezca hasta desproporcionado que después de llevar entre 5 y 7 meses sin cobrar éstos tuvieran que recurrir a ese mecanismo de reivindicación de sus derechos. Y es que ya se sabe: los trabajadores son unos inconscientes y les gusta cobrar cuando trabajan e, incluso, hasta comer todos los días.
Pero lo que es peor es su insinuación de que esas huelgas debían haber sido las que advirtieran a los clientes de que la compañía no iba bien en lugar de ser responsabilidad de sus propietarios, conocedores de la situación de quiebra de la misma, los que evitaran la estafa colectiva dejando de vender billetes para vuelos que, previsiblemente, no iban a poder operar.
Ese es el hombre que los empresarios de este país quieren que les represente y, con esa decisión, todos se retratan.
Tags: España, Economía by Alberto Montero
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