De lo que he leído en la prensa durante el fin de semana me ha gustado especialmente la columna de Antonio Orejudo de este sábado en Público. La suscribo palabra por palabra.
Por si no la leísteis aquí va:
“La culpa de la corrupción estuya
Tú coges a un militante del PP de Valencia y le robas la cartera con el dinero que acaba de sacar del cajero automático, y el tío te persigue hasta que te pilla. Lógico. A la gente no le gusta que le roben. Lo que me parece raro es lo contrario, que pilles a un caco desvalijándote la casa y que en vez retorcerle el brazo, pienses que hay una conspiración contra el que te está levantando el televisor de plasma, y que el verdadero culpable eres tú. Eso es más o menos lo que pasa con la corrupción política: nos roban y nos quedamos tan campantes. Nos quedamos tan campantes los que somos normales. Los anormales van un paso más allá y defienden al ladrón de su dinero.
Hay varias teorías para explicar esta reacción tan incomprensible, pero tan extendida en España. Una dice que aquí somos tan sectarios que aceptamos que nos roben si el ladrón es de los nuestros. No me la creo. Otra dice que la sociedad está corrupta y que los electores no penalizamos a los partidos envueltos en escándalos como la Gürtel, porque todos haríamos lo mismo en circunstancias similares. Esta hipótesis me la creo más, pero tampoco me convence.
La indiferencia ciudadana ante el caso Gürtel se debe a nuestro escaso sentido de lo público, a nuestra pésima educación ciudadana. Cuando Bárcenas quintuplica su patrimonio, nadie tiene la sensación de haber sido expoliado, por más que ese dinero provenga directa o indirectamente de las arcas públicas. En cambio, si Bárcenas nos atracara en un callejón oscuro sí montaríamos en cólera, aunque fuéramos del PP. ¿Por qué? Porque una vez que entregamos el dinero a Hacienda dejamos de considerarlo nuestro. Porque creemos tan poco en lo público, que nos damos ya por robados.”
Tags: España by Alberto Montero
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