Empezar a pensar en lo impensable
Para el último número de Diagonal que acaba de salir a la calle me pidieron un artículo sobre mi visión de la situación en Europa. Este fue el resultado.
A estas alturas de la crisis de la Eurozona lo primero que a uno le llama la atención es que ésta pueda haber sorprendido a nadie.
Me explico. Desde el mismo momento en que se supo que iba a crearse una moneda única que sustituiría a las monedas nacionales, se detallaron cuáles iban a ser los parámetros a través de los cuales se decidiría qué Estado podría pertenecer a ese selecto club y se conoció cuál iba a ser la institucionalidad que regiría el día a día de esa zona monetaria se alzaron voces críticas por doquier. Basta revisar la literatura económica heterodoxa de la segunda mitad de los noventa para encontrar decenas de trabajos en los que se advertía del grave error en el que se estaba incurriendo al construir una zona monetaria con esas características. En esos trabajos se denunciaban los defectos en la construcción de la Eurozona y se advertía de que, en aras a la generación de un espacio para la rentabilización del capital, se perdía una oportunidad histórica para avanzar realmente hacia una Europa en la que primara la equidad, la igualdad y la justicia social.
Esos análisis se encuentran aún en las estanterías de hemerotecas y bibliotecas sin que muchos de ellos hayan perdido ni un ápice de actualidad. Y no la han perdido porque en ellos siguen contenidos los argumentos básicos para entender lo que está ocurriendo y cuáles son las propuestas de solución para enfrentar esta crisis. Unas propuestas de solución que se alejan enormemente de aquellas por las que han optado los gobernantes europeos y que están aplicando a carta cabal con independencia de sus efectos sobre las condiciones de vida de la mayor parte de la población.