Después de no sé cuántas horas de vuelo retorno a La Paz y, a pesar de toda la pereza que dan los días previos al viaje, lo cierto es que una vez aquí todo se diluye y los reencuentros y las expectativas de las nuevas líneas de trabajo hacen que las pilas comiencen a recargarse poquito a poco.
Y es que se agradece salir de nuestra asfixiante realidad. Una realidad en la que cada día que pasa vamos normalizando el sufrimiento social a medida que interiorizamos que este estado de cosas puede prolongarse durante mucho tiempo y que, en tanto no nos golpee personalmente, tampoco es tan grave o, lo que es peor aún, a medida que nos aferramos con la esperanza del náufrago al discurso oficial de que estamos saliendo de la crisis cuando, por el contrario, sigue sin haber tierra a la vista.
Al volver a Bolivia veo sus avances, veo como lo que era imposible hace apenas diez años es ahora una realidad construida a partir de la voluntad popular, del deseo de dignificación y la lucha contra la exclusión, de la anteposición de la necesidad al beneficio. Para que eso haya podido tener lugar y se haya convertido en la realidad cotidiana del pueblo boliviano, éste tuvo que dejar atrás el miedo; tuvo que pensar que lo que estaba por venir nunca podría ser peor que lo que estaba ocurriéndole; tuvo que comenzar a improvisar día a día, a construir y reconstruir todo desde lo nuevo, sabiendo que más de una vez se equivocaría y que, en esos casos, no quedaría más remedio que dejar a un lado la soberbia de la que se reviste el poder y reconocer con humildad los errores. Tuvo que dejar de pensar con la mente de sus dominadores y pasar a defender sus propios pensamientos y formas de ver y entender la vida; tuvo que empezar a labrar su propio destino, día a día, sin saber las preguntas que se le plantearían por el camino y, mucho menos, teniendo las respuestas preparadas para todas ellas.
Por eso, básicamente por eso, este pueblo es un ejemplo hacia el que deberíamos volver nuestra soberbia mirada eurocéntrica. Tal vez aprenderíamos algo.
(En la foto, a pesar de que no es de muy buena calidad, podéis ver dos ejemplares de la especie que cuida de que los automóviles respeten los pasos de cebra cuando salen los niños de la escuela).
Tags: Personal, Bolivia by Alberto Montero
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