La otra economía

Uno de agosto

De vacaciones o algo parecido, así me declaro. Serán atípicas: sin viajes largos ni lejos de casa porque, después de tanto trajín durante el resto del año, el descanso sólo te lo ofrecen los espacios en los que te reconoces, los libros pendientes que te observan desde la estantería con mirada aviesa y el mar del que tantos días paso distante.

Y es que han sido unos meses extraños, incluso ajenos. He escrito poco en este cuaderno y para el combate diario, como así me lo han reprochado cariñosamente durante la última semana un par de amigos en distintos ambientes. Pero es que a veces la realidad agota y uno necesita escaparse de ella, alejarse del enfrentamiento cuerpo a cuerpo y serenarse para tomar perspectiva para cuando la batalla final acabe por darse.

Ahora el paisaje se mueve. Las placas tectónicas que nos tenían aprisionados comienzan a crujir dejando resquicios para que la efervescencia contenida entre en ebullición y alumbre islas, archipiélagos, penínsulas y continentes. Ahora se necesita de la fuerza de todas y todos para sumar granitos de arena, placas de basalto o montañas completas. Ahora la escaramuza se convierte en batalla y las peleas en guerra. Ahora las fuerzas se equilibran; las legitimidades impuestas se resquebrajan y sobre sus escombros verdean hierbas de las que nacerán panes y flores. Acumulemos fuerzas, argumentos e ilusiones porque, como dicen en Bolivia, ¡ahora es cuándo, carajo!

(PS: probablemente, este tema de Zaz será la banda sonora de estos días de descanso. Que lo disfrutéis).

 


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