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El que esté libre de pecados…

La agencia europea de calificación de riesgo Fitch acaba de bajar la calificación de las emisiones de Cajasur al nivel de bonos basura al tiempo que advierte de que la institución financiera puede tener serios problemas que requieran de ayuda externa. Esto, en roman paladino, viene a significar que Cajasur está a punto de ser intervenida por el Banco de España como hace unas semanas le ocurrió a la Caja de Castilla La Mancha, con lo cual vendría a sumarse a ese conjunto de instituciones financieras que esta crisis se va a llevar por delante.

El elemento diferencial, para quien no lo sepa, es que Cajasur fue fundada por la Iglesia Católica y está dirigida por un sacerdote, Santiago Gómez Sierra. Sin embargo, no parece que eso haya sido una razón suficiente como para evitar que la entidad haya incurrido en el mismo patrón de comportamiento riesgoso que el resto de cajas de ahorro “laicas”.

En estos momentos la tasa de morosidad de la entidad llega al 6,43%, una de las mayores del sector y aún no ha aprobado oficialmente sus cuentas de 2008. La situación no puede ser más preocupante y la intervención se vislumbra a la vuelta de la esquina.

Esta situación no deja de ser curiosa si se tiene en cuenta que en el largo conflicto que la caja de ahorros ha mantenido con la Junta de Andalucía por escapar a su control y conseguir que la Iglesia Católica siguiera nombrado a su máximo responsable la entidad no ha dudado en apelar a la naturaleza especial de la institución, a su singularidad en el panorama financiero e, incluso, a los Acuerdos firmados entre el Estado Español y la Santa Sede.

Ese conflicto terminó, tras numerosos litigios ante el Tribunal Constitucional, con un acuerdo que permitía que la Iglesia siguiera manteniendo la presidencia y el control de la entidad a cambio de volver bajo la tutela de la Junta de Andalucía.

Ahora, sin embargo, ante las perspectivas de intervención a muy corto plazo que se abren en estos momentos la cuestión de la singularidad religiosa se desvanece: su afán de lucro, sus ansias de beneficios le han llevado a implicarse en el negocio inmobiliario más allá de lo prudente, con mayor avaricia, si cabe, que el resto de instituciones financieras de este país.

De esta forma, la avaricia, ese pecado capital invocado por el Papa para condenar los excesos financieros que han llevado al mundo a la crisis en la que se encuentra, también andaba por el seno de su rebaño. ¿Excomulgará ahora la Santa Sede al rector de Cajasur no sólo por haberse dejado tentar sino también por arruinar a la institución? Sería lo procedente si el Papa exigiera de sus huestes lo que demanda de sus fieles y del resto de la humanidad. Pero, claro, eso de predicar con el ejemplo hace tiempo que se cayó del recetario. Y es que ya se sabe, el que esté libre de pecados… 

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Alberto Montero