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Con las Madres de la Plaza de Mayo

Recién llegado de pasear por Corrientes y sentirme desbordado por su oferta cultural a pie de calle (librerías, teatros, cines, salas de exposiciones, tiendas de música que se suceden hasta marear) me siento en Utopía, la cafetería de nombre esperanzador del hotel Bauen, en donde me ha alojado la organización y aprovecho para hacer un breve repaso de estos días por Buenos Aires.

De entrada, estar alojado en este hotel, una empresa recuperada y gestionada por sus trabajadores y todo un símbolo en el Buenos Aires intelectual y cultural, ha supuesto una primera píldora para las emociones. Pasar unos días en un espacio en el que el capital, encarnado en el empresario, no rige el quehacer de estos trabajadores sino que éste depende exclusivamente de la autogestión y la toma de decisiones horizontal es como entrar en un mundo de ficción hecho realidad; casi como uno de los mundos de los cuentos de Cortázar. Es entrar en un entorno en el que otro orden y otros procesos, más democráticos y respetuosos con la persona en tanto que trabajador, son posibles; es entrar en una dimensión diferente de la economía, en una dimensión en que la que se demuestra que la propiedad social y la gestión democrática y participativa de los procesos de trabajo son tan perfectamente posibles como la propiedad privada y la estructura jerárquica de toma de decisiones. Es entrar en otro mundo posible hecho realidad y eso, con los tiempos tan grises que corren, es un soplo de aire fresco.

Pero no ha sido esa la única emoción de estos días, ni tan siquiera la más intensa. El momento más intenso fue compartir, como invitado al Encuentro, las vueltas en torno a la Plaza de Mayo que las Madres dan cada jueves sin faltar ninguno desde hace más de 35 años reclamando el retorno de los desaparecidos de la dictadura. Es difícil trasladar la emoción que sentí cuando llegaron y la gente las recibió cantando una especie de salmo acompañado de palmas (“Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”); cuando vi a estas mujeres, ya ancianas, colocarse tras una pancarta y comenzar a caminar por la plaza mientras el resto se situaba a sus espaldas y las acompañaba entre cantos; mientras pensaba en cómo después de treinta y cinco años siguen reclamando los cuerpos de sus seres queridos desaparecidos, convirtiéndose en un referente moral y ético para todas las luchas populares que reclaman justicia. A mí me resulta difícil.

Al acompañarlas en su caminar de este jueves pensaba en los republicanos muertos durante la Guerra Civil española que aún duermen en las cunetas. No pude dejar de sentirme abochornado ante el derroche de dignidad y resistencia de estas mujeres que reclaman lo mismo que reclaman los seres queridos de los muertos republicanos y que allí se les niega en aras de una presunta reconciliación que, ofensivamente, sitúa los muertos de ambos bandos al mismo nivel ético, como si morir defendiendo la democracia fuera igual a morir derrocándola.

Y al tiempo que pensaba en ello en mi cabeza resonaba esa combinación escalofriante de los versos de Benedetti con los cantos de Viglietti con la que os dejo.


Un comentario a “Con las Madres de la Plaza de Mayo”

  1. Gracias amigo por esta pintura que ha hecho de Buenos Aires.

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Alberto Montero